En definitiva… ¡son las personas!

En situaciones tan difíciles como las actuales, hacer que nuestra empresa sea más competitiva es una cuestión de supervivencia. Si partimos de un sencillo concepto de competitividad, donde ésta depende de una constante de entorno o contexto (económico/empresarial), que es igual para todos, multiplicada por dos factores siempre distintos e imposibles de copiar y sobre los que sí podemos actuar (la calidad de la estrategia y la calidad del equipo), tenemos que C = Ke x Es x Eq.

A la vista de tan sencilla, en apariencia, ecuación del éxito, se trata de hacer crecer aquellos factores que sí son gestionables por nosotros, de forma que podamos aprovechar su efecto multiplicador. ¡Tan fácil y tan complicado! Desde la empresa, poco podemos hacer para cambiar el entorno (y, si podemos, será a largo plazo… ¡tarde!). Entonces, la competitividad de nuestra empresa depende de la elección, diseño e implementación de la estrategia con la que competimos y la elección, dirección y gestión del equipo humano.

Sin embargo, muchas son las empresas que, ante la actual situación de escasez de recursos financieros y de inexistencia de crédito, optan por una conducta defensiva, para “aguantar el chaparrón” (que ya dura casi 5 años), consistente en la reducción de la inversión y, sobre todo, de personal. Pasan a ser espectadores en un mercado y/o sector, que a pesar de la crisis, continua con su evolución.

Otras organizaciones, las menos pero las que saldrán reforzadas y directas al éxito, fijan su atención en la mejora del capital humano; la ventaja competitiva definitiva de la empresa.

En épocas tan difíciles, la preocupación por las personas de dentro y fuera de la empresa se convierte en una palanca de éxito y en una garantía de futuro. Fortalecer una cultura empresarial asentada en unos valores que tienen como protagonistas a las personas, transmite una señales muy potentes, tanto al mercado de productos y servicios (mejora continua, orientación al cliente, cooperación, innovación…) como al mercado del talento (acciones de formación, motivación, fidelización, etc. mejoran la imagen como reclutador). El mercado de bienes y servicios percibe una empresa innovadora, competitiva, orientada al cliente… y el mercado de talento dirige a los mejores hacia la empresa que gestiona y fideliza a las personas y convierte sus habilidades y capacidades en valor.

De esta forma, sí se puede convertir a la crisis en una oportunidad. Se trata de, como decía Ferry Josephson, dejar de pensar en términos de limitaciones y pasar a pensar en términos de posibilidades. A través de una buena gestión de las personas, hasta en estos momentos, provocar el cambio, mejorar la eficiencia, minimizar las debilidades, transformar la gestión en valor, descubrir oportunidades, cambiar el modelo de negocio… son opciones posibles y rentables.

Evidentemente, no es tarea fácil. Quizás este sea el mayor reto para las empresas que desean diseñar su propio futuro; otras, sin contemplación alguna y sin evaluar esta posibilidad, se limitan a “cortar cabezas”, dando muestras de que o su futuro lo dictan las circunstancias.

Y es que la gestión de empresas, en definitiva, es gestión de personas.

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