La Industria que viene (o no)

En la última década, los cambios económicos, sociales, tecnológicos y políticos son de una profundidad tal que aún no atisbamos cómo están definiendo el futuro de la industria. La creciente interconexión de los mercados hace aumentar la complejidad y la incertidumbre del entorno en el que las empresas han de ejercer su actividad y realizar la toma de decisiones. Un escenario donde la única constante es el cambio, tiene como factores clave la anticipación, adaptabilidad, la rapidez y la innovación. En esta realidad global, los espacios exitosos son los capaces de planificar, atraer, incentivar y desarrollar un tejido industrial basado en el talento y las tecnologías de esta época.

Nuestra industria se ha enfrentado a la crisis de diversas formas, respondiendo según sus posibilidades (reajustes plantillas, concursos de acreedores, salidas al exterior…) a los retos que se le plantearon: austeridad macroeconómica, restricción de la financiación, cierres y suspensiones de pagos, disminución plantillas e inversiones en I+D+i… En consecuencia, un sector que ha perdido gran parte de su presencia social y económica en España, pero que hemos de recuperar, puesto que el desarrollo y el crecimiento económico necesarios para crear riqueza y calidad de vida, tienen su origen en una fuerte industria.

Desde las diferentes escalas de poder, de forma alineada y basándose en la capacidad para la generación de ventajas competitivas, las políticas industriales a implementar han de hacer frente a las tendencias que la economía mundial está mostrando:

  1. Tecnología. En la aldea global, producción e identificación de preferencias de consumo vienen definidas por el nivel de desarrollo tecnológico. La aplicación de esta tecnología cambia el liderazgo mundial de los países, llegando nuevos competidores globales: India, China, Rusia…
  2. Globalización. Ya no sólo es un reto para el comercio. La tecnología, la innovación organizativa, la creciente mejora en la formación… hacen que los nuevos competidores globales atraigan fragmentos de la cadena de valor de nuestras industrias, bajo criterios de coste y productividad. Las distancias físicas ya no son una barrera. El desarrollo del Business to Business (B2B), aunque no ha llegado al nivel del Business to Consumer (B2), está en alza y favorece transacciones, logística, aprovisionamientos… a escala global.
  3. Envejecimiento. Esta tendencia presente en los países más desarrollados significa una lenta evolución del consumo de los hogares, mientras que las clases medias crecen los países de nuevo desarrollo.
  4. Materia Primas. Su localización y disponibilidad está definiendo nuevas ventajas competitivas de los espacios geográficos, nuevos desarrollos tecnológicos y la adopción de estrategias energéticas alternativas a las tradicionales que cambian el mapa de ubicaciones industriales.
  5. Financiación. La escasez de financiación externa, puesta de relevancia con la crisis, ha obligado a cambiar de estrategias financieras, puesto que sobrevive más y mejor la empresa con músculo financiero propio.
  6. El papel del sector público. Los programas de austeridad, así como la reducción de la intervención del Estado en la economía, obliga a las empresas a buscar su sostenibilidad sin contar con medidas públicas extra. La cooperación entre empresas y entre iniciativas pública y privada, empezarán a contemplarse como estrategia empresarial y de país.
  7. Innovación y Talento. El desarrollo tecnológico y la innovación, constantes, rápidos, crecientes… hacen que la ventaja competitiva descanse, cada vez más, en el talento, en las personas. La lucha por la tierra (recursos naturales), el capital (financiación) y el trabajo dejan paso a la luchar por la atracción del talento (personas creativas, innovadoras, productivas y orientadas al cliente/mercado). La economía del conocimiento obliga a las empresas a generar valor, no sólo para clientes, sino también para sus empleados.
  8. Integración. El sector servicios ligado al desarrollo industrial se ha de integrar en las políticas industriales, puesto que contribuye a la mejor competitividad industrial y a la dinamización socioeconómica. Una red de servicios competitiva (formación, internacionalización, tecnología, marketing…) potenciará una industria competitiva.
  9. Sostenibilidad Ambiental. Esta puede ser la mayor fuente de restricciones futura (incluso por encima de la disponibilidad o no de materias primas). La sensibilización mundial hará que la sociedad civil presione a los poderes públicos en este sentido y con ello, se modifiquen las industrias que conocemos hoy.

Con este panorama, los gobiernos, de diferentes niveles, han de lograr el consenso sobre una política industrial que sea capaz de posicionar al país, a la comunidad autónoma y/o al ayuntamiento, a través de sus redes industriales y empresariales, como ejes de atracción de talento e inversión. En la capacidad de sus dirigentes está ser alguien en este nuevo contexto, ser parte de la industria que viene o no.

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